sábado, 28 de mayo de 2011

Por estar siempre.

Hay veces en las que estás tan triste que no quieres atender a razones, en las que solo quieres encerrarte en tu cuarto para dejar que se escapen todas esas lágrimas que corroen tu interior, toda esa rabia acumulada, el dolor de pensar en la pérdida de ciertas cosas que, aunque no son tan importantes, constituyen una pequeña parte de tu vida. Sin embargo, y a pesar de todos esos pensamientos que hacen que te enfades, esos comentarios estúpidos que joden aunque no vayan en serio, acabas tropezando con algo totalmente inesperado.

Pasa, pasa que soportas dos semanas en las que quieres cargarte todo lo que te ponen delante, en las que no quieres aguantar un segundo más estar en el lugar que te han asignado, en la que se te hace cada día más difícil levantarte y en las que solo quieres gritar ¡LO ODIO! Pero también pasa que un día como otro cualquiera te levantas, comienzas a tener conversaciones diferentes y vas cambiando tu opinión, día a día y poco a poco. Todo cambia y cada día eres más feliz, te levantas pensando "qué sueño tengo, pero algo interesante pasará, como siempre" con una sonrisa que no solo tu sostienes, sino todos los momentos que vives día a día y que ni las obligaciones, ni las penas, que prácticamente son inexistentes, pueden empañar.

Descubres que ese lugar que te han asignado es el mejor que podrías haber imaginado jamás, porque en él están las personas que conocías muy bien, otras a las que conocías un poco y otras con las que empiezas a relacionarte, convirtiéndose todos en grandes amigos.
Pasa que te ocurren cosas que nunca hubieses imaginado, que solo tienes ganas de reirte y que no cambiarías tu situación por nada en el mundo.

Puede que el destino se haya querido cargar una parte de esto, pero nunca conseguirá acabar con todo, o al menos eso espero.

Siempre.


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