viernes, 16 de julio de 2010

Sin comentario...

Hay días en los que el deseo de no mostrarse apasionada ni por el más mínimo pero cálido y placentero detalle ahoga tu sonrisa y te envuelve en un mar de muecas inexpresivas, en miles de sensaciones aparentemente despojadas de cualquier indicio de alegría.

Las personas poseemos la irrevocable actitud de pensar en nosotros mismos, sin valorar en exceso lo que nuestros actos pueden desencadenar en cualquier persona, frecuentemente en alguien particularmente cercano. ¿Por qué hay actitudes totalmente incomprensibles y dolorosas que derivan de la confianza depositada en un ser querido? La respuesta, difícil.

Cada día que pasa y piensas en esa persona que hace que tu corazón quiera salirse de tu pecho, al imaginar y ver confirmadas tus creencias, tus más oscuros pensamientos, sientes que la confianza es lo que, metafóricamente, más se parece a tu corazón: Es tan sencillo verla agrietada por tan solo una mirada, una sonrisa, una palabra...

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