martes, 1 de febrero de 2011

Hoy no tengo ganas de nada.

A menudo, con más frecuencia de la que debería creo que el silencio, la quietud, la ausencia de sonido es molesta, inquietante, tal vez incluso dolorosa. Hoy no tengo ganas de nada, que el silencio me atrape, que el viento me guíe y tu sonrisa me calme.
No quiero pronunciar palabra por deseo de ocultar lo que siento, porque no tengo fuerzas ni quiero tenerlas; no quiero cantar, porque aunque ayer me sentía satisfecha por enloquecer, hoy solo siento satisfacción por ser menos estúpida de lo que pensaba; no quiero saltar, no porque no lo necesite sino porque tengo miedo a caerme; no quiero sonreír, por no aparentar algo que hoy no soy, hoy no quiero llorar porque tener el corazón desgarrado en la mano no me parece suficiente motivo; no quiero correr porque contigo me acostumbré a volar; no quiero jugar puesto que la inocencia se esfumó un día de mi vida; no quiero pensar, pensar que te he perdido; no quiero escuchar, porque una imagen vale más que mil palabras, no quiero SENTIR, comprobar lo fácil que es decir "te quiero" y lo difícil que es demostrarlo.


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