martes, 23 de marzo de 2010

Una disculpa

Un primero que comenzó como cualquier otro normal tratandose del tema del que va el asunto, pero continuo muy diferente: en poco tiempo la alegría y una sonrisa en la cara era el padre nuestro que cada día me daba. No podía perderme una razón, un argumento, aunque esto de interesante no tuviera ni esto... Ver su cara, la que me llamaba a sonreir, era lo que más me motivaba y cuando no la tenía enfrente me sentía muy diferente, peor de lo que querría, ni siquiera yo hubiese podido imaginarme cuanto podría una persona llegar a marcarme. Esto se extendió durante el comienzo del segundo año, en el que seguía pidiendo un abrazo. Un mal momento me cambió: tristeza, preocupación... Después de todo, en un papel había quedado plasmada la solución pero entonces, su opinión, sorprendente, dolorosa y no sé si acertada transportaba la tristeza a mi mente.. "¿Cómo pudo?"
En poco tiempo, sus ojos dejaron de hacerme sonreír y pacté con mi propia alma el dejar de sentir por una persona que, aunque conocida y algo encariñada, me había negado un favor de nada.
Tres largos meses, "NO QUIERO ESCUCHARTE" me repetía una y otra vez. Pero evidentemente hay algo que nunca puedes ignorar. A través de mi personalidad se percibía y aunque lo dudase sigo siendo la chica de aquellos días, aquellos en los que una sonrisa suya me motivaba, solo que esa niña, tras el tiempo, puede encontrarla crecida y descarada.
Después de todo, mi interés me ha llevado a hablar de los problemas, a prometer no volver a tocar el tema, a disculparme con una persona, aquella que con la compañía de mi corazón nunca se quedará sola.

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